El nardo es originario de las Indias (centro y sur de México). Fue importado a Europa en 1594 por Simón de Tovar, médico español y fundador del primer jardín botánico de Sevilla. Los holandeses se harían más tarde con el monopolio del cultivo de esta flor que finalmente terminaría por extenderse también a Francia (Grasse durante el siglo XVII), Italia y España. Actualmente el cultivo del nardo se localiza casi exclusivamente en la India, en las riberas del Indo, donde crece a lo largo de todo el año.
Una de las propiedades olfativas más conocidas del nardo es su capacidad de continuar exudando sus efluvios perfumados 48 horas después de haber sido cortado. Durante el renacimiento, era una flor prohibida a las mujeres jóvenes porque se creía que su aroma embriagaba y adolecía las voluntades.
Actualmente, la perfumería moderna trabaja con dos notas diferentes de nardo: la nota de síntesis, reconstruida en laboratorio molecularmente.
Y la nota natural: el absoluto de nardo, que se extrae todavía por la técnica tradicional del “enflourage” y que es utilizado por los perfumes más exquisitos y lujosos. La técnica del enflourage consiste en la superposición de pétalos frescos de nardo sobre una bandeja impregnada de una materia grasa a la que queda adosada la materia perfumada (los propios pétalos). Posteriormente se reemplazan los pétalos por pétalos nuevos (varias veces) hasta saturar de partículas odorantes la materia grasa que posteriormente será disuelta con un disolvente volátil que tras su evaporación dará como resultado una pasta llamada concreto.
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